La importancia de lograr una buena invernada

 

Las colmenas, en clima templado, están adaptadas a las estaciones del año. Incrementan su población en primavera como respuesta a los días más largos, cálidos y el aumento de la floración que provee néctar y polen. Es la etapa en que las colmenas se multiplican mediante la formación natural de enjambres.
La colonia logra su máxima expresión en el verano, cuando el gran número de abejas adultas acopian grandes cantidades de miel, que el apicultor cosecha. Las abejas del verano sufren un gran desgaste y su vida media es de 60 días. Ya en el otoño, a medida que baja la temperatura y se reducen las flores, también la población de abejas decrece, la reina reduce la postura de huevos y la cría de este momento serán las abejas de invierno, señala un informe elaborado desde el INTA que nuestro medio presenta periodísticamente.
Estas abejas, que son fisiológicamente diferentes de las de verano, deben vivir mucho más, mantener la colonia durante el invierno y sostener el inicio del desarrollo primaveral. Teniendo en cuenta este ciclo natural, el manejo del apicultor deberá considerar los factores que promueven la generación de abejas sanas y bien nutridas como así también minimizar aquellos que comprometan la supervivencia de la colonia.
Son varios los factores a tener en cuenta, entre ellos la edad de la reina, ya que las colmenas con reina joven tienen mayor capacidad para mantener la cohesión y comportamiento de los integrantes de la colmena.
La población límite para invernar en la cámara de cría es de 8 cuadros cubiertos por abejas. A medida que este número decrece, se incrementa la probabilidad de que la colonia no sobreviva al periodo invernal.
El corte de postura de la reina es importante para evitar el desgaste de las abejas adultas que deberán alimentar a las larvas a expensas de sus reservas corporales.
La presencia de parásitos como Varroa que extrae proteínas de la hemolinfa (sangre) a la vez que inocula virus, atenta contra la expectativa de vida de las abejas de invierno.
De manera similar, la presencia de enfermedades de la cría durante el otoño, compromete la calidad y cantidad de las abejas de invierno. Al retirar las alzas melarias se inicia la reducción del espacio en la colmena. En el momento que, también, se inicia la disminución de la población de abejas de las colonias.
Las abejas aprovecharán el flujo de néctar remanente para conformar las reservas de miel para el invierno, al mismo tiempo que se bloquea la postura de la reina.En caso que no sea suficiente el bloqueo natural de la colmena, éste se refuerza con el suministro de jarabes.
De esta manera la abeja lo acumula como reserva, provocando el bloqueo artificial de la colmena. Dar el jarabe diluido, suministrado a lo largo del otoño y en pequeños volúmenes, estimula la postura de la reina. Esta demanda hace que las abejas produzcan alimento para la cría a expensas de
sus reservas corporales y, además, proveen a la varroa de sitio adicional donde multiplicarse y escapar al tratamiento.
Además, cuando el otoño está avanzado y los días comienzan a ser fríos, la abeja tiene serias dificultades para trasladar el jarabe y almacenarlo adecuadamente. Por otra parte, dependiendo de la zona o si se trasladan las colmenas a principio de primavera a una zona de floración primicia, cada colonia requerirá aproximadamente 6 cuadros con reserva energética para pasar el invierno.
Los suplementos proteicos serán necesarios si el polen de la zona no es de calidad o es insuficiente en cantidad.
Esto puede suceder por condiciones climáticas que pudieran reducir la oferta natural o la exposición a cultivos en los que la proteína total del polen no cubre los requerimientos de la colonia, como es el caso de las colmenas que polinizan girasol.
En general, el riesgo de deficiencia proteica disminuye en la medida que la colonia tiene acceso a pólenes de diferentes especies vegetales.

Invernada

La invernada en cámara de cría facilita la adecuación del espacio a la cantidad de abejas que permitirá que la colmena pase el invierno. La población límite para invernar en la cámara de cría es de 8 cuadros cubiertos por abejas. A medida que este número decrece, se incrementa la probabilidad de que la colonia no sobreviva al periodo invernal.
Los datos generados por el equipo del PROAPI muestran que mueren entre un 25 y 30% de colmenas que invernan con menos de cinco cuadros cubiertos con abejas; este valor varía entre el 7 y 15% en colmenas con hasta 7 cuadros con abejas y sólo entre el 3 y 5% de las colmenas mueren cuando invernan con más de 7 cuadros cubiertos por abejas.
La muerte de una colmena afectada por Loque Americana implica un alto riesgo para la salud del apiario. Una colmena muerta será pillada por las demás, y si ésta tenía Loque Americana (paenibacilluslarvae), su miel tendrá una alta carga de esporas con capacidad para contagiar las otras colmenas del apiario. Para evitarlo es importante revisar el área de cría de todas las colmenas al menos dos veces al año y realizar
las medidas de manejo correspondientes según la patología.